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T.S. Elliot, 1890.

"¿Dónde quedó el conocimiento que hemos perdido en la información y dónde quedó la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento?"
(T.S. Elliot, The Rock, Canto I, 1890)

sábado, 25 de junio de 2011

El andrógino y la trascendencia

Leonardo da Vinci
Autor: Luis Racionero.

Transcripción libre de Pasajero en tránsito
San Juan Bautista, 1513-16

Como en su investigación de la naturaleza, también en su concepción del ser humano, Leonardo evoluciona del eterno femenino y la madre a la misteriosa concepción del andrógino, siguiendo un sfumatto sexual en el que los rasgos se diluyen en la busca de una síntesis dialéctica entre masculino y femenino. Cuando Leonardo ha despertado el eterno femenino, abriendo para occidente una sensibilidad mas completa, se dirige hacia su último empeño, lo innombrable y prohibido, lo paradógico, ambigüo y desconcertante. Así como en el pensamiento dialéctico taoista el ser se confunde con el no ser, como la noche empieza al medio día, así en Leonardo el hombre se funde y deliciosamente en la mujer, como la luz se esfuma <<insensiblemente en la placentera y deleitosa sombra>>.
Es en esta clave evolutiva dialéctica, más que en la comprobada homosexualidad de Leonardo, donde cabe buscar explicación a la desconcertante aparición del andrógino en su obra. El andrógino es, para Leonardo el modo de expresión artística de un conocimiento, símbolo de un estado de ánimo que él ha alcanzado, metáfora de una fusión, en el interior de la mente, de unas facultades que, normalmente, se usan por separado. El andrógino aparece por primera vez en la enigmática y siniestra santa Ana del cartón de Londres, donde la madre se confunde con el fauno, como la naturaleza amable se transforma en energía impersonal amenazadora; andrógino es también el San Juan del Louvre, con su sonrisa voluptuosa y sardónica -como la califica Téophile Gautier-, <<Uno de sus dedos muestra el cielo, pero su máscara, afeminada hasta hacer dudar de su sexo, es tan enigmática, tan llena de reticencias y de misterio, que nos inquieta y nos inspira vagas sospechas sobre su ortodoxia. Se diría que es uno de esos dioses caídos de Enrique Heine que, para vivir, se ha enrolado en la religión nuestra. Muestra el cielo, pero se burla, y parece reír de la credulidad del expectador. El conoce la doctrina secreta, y no cree en el Cristo que anuncia; no obstante, esboza para el vulgo el gesto convencional y tranquiliza a las gentes de espíritu con su sonrisa diabólica. Se comprende que acusaran a Leonardo de tener una religión particular, una filosofía oculta alejada de la fe general. Basta una figura como su san Juan para alimentar tales sospechas.>>
El misterio de la fusión de opuestos, de trascendencia o dialéctica sintética de elementos dispares, es un enigma recurrente en toda la historia del pensamiento. Desde Heráclito, que concebía la armonía en la diversidad, como el arco y la lira, hasta Hegel, que postulaba la fusión de tesis y antítesis en una síntesis que trasciende ambas, pasando por los alquimistas mediavales que llaman misteruim coniunctionis a la consumación de la obra, todas las épocas y culturas han evocado esta experiencia profunda y misteriosa, que nuestra época extravertida expresa en el travesti.
Quizá donde esta expresado con mayor claridad el concepto de la fusión de opuestos es el verso XI del Tao-te ching.
Unimos treinta radios y los llamamos rueda, pero es en el espacio vacío donde reside la utilidad de la rueda. Al construir una casa, ponemos puertas y ventanas y son estos huecos los que permiten usar la casa. Por eso, igual que nos servimos de lo que es, deberíamos apercibirnos de la utilidad de lo que no es.
Lo que en la lógica aristotélica son opuestos, para la lógica taoísta son polaridades de la realidad sensorial, no realidades irreductibles de la naturaleza. Día y noche, masculino y femenino, mente y cuerpo, bien y mal, no son para el chino cosas separadas y opuestas, sino polaridades de una misma cosa, como los extremos de un bastón. Por eso en la naturaleza, todo incremento de un proceso conduce a su inversión, es decir, engendra su opuesto que es, en realidad, él mismo viniendo hacia nosotros en contradirección. La noche empieza a medio día porque cuando el sol está mas alto empieza a bajar, que es el movimiento de la noche. Cuando se aprieta con fuerza una barra de hielo, y se aguanta un cierto tiempo, el frío intenso se transforma en quemazón.
El movimiento del Tao es el retorno; esta ley, llamada en occidente enantiodromía, es la base de la dialéctica hegeliana, la hipótesis de que cada cosa se transforma en su opuesto y que la interacción de opuestos conduce a su fusión o síntesis. Y si cada cosa se transforma en su opuesto es que es su opuesto. Y este símbolo de la enantiodromía, de la dialéctica, el taoísmo y los presocráticos, traducidos por Leonardo, es el andrógino: la fusión de opuestos en el ser humano.
La última cena, 1495

Leonardo da Vinci: 1452-1519.

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