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T.S. Elliot, 1890.

"¿Dónde quedó el conocimiento que hemos perdido en la información y dónde quedó la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento?"
(T.S. Elliot, The Rock, Canto I, 1890)

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Brujería y el surgimiento del escepticismo.

Brujería y el surgimiento del escepticismo.

Transcripción libre de Pasajero en tránsito, del libro “El séptimo sentido”. (R. Sheldrake. 2003, p. 218-9).

[…]
Los argumentos teológicos contra la brujería aportados por los Católicos Romanos en la Europa continental se referían fundamentalmente a la supuesta dependencia de un contrato con el Diablo, pero esos argumentos tuvieron poca influencia en Inglaterra donde casi todas las alegaciones en contra fueron por los daños causados a los seres vivos y a la propiedad mediante el empleo de magia, maldiciones y “mal de ojo” (Thomas, 1973). Estas eran las razones tradicionales por las que la gente temía a la brujería y tenía poco que ver con la teología. “El odio a las brujas no era una forma de intolerancia religiosa; surgía del miedo a sus actos hostiles hacia los vecinos, no de su supuesta asociación con el Diablo” (Ibid).

Sin embargo, mientras que aumentaba el número de personas juzgadas por brujería, el escepticismo sobre la posibilidad de que esta existiera fue creciendo. Algunos teólogos protestantes negaron que las brujas y los demonios pudieran tener los poderes que los Católicos Romanos les atribuían, no había ninguna autoridad bíblica que apoyara tal opinión. Por el contrario, afirmaban que todos los espíritus diabólicos estaban en la mente.

La posición escéptica estándar fue definida ya en 1584 por Reginald Scot en su libro The Discovery of Withcraft. Identificó cuatro categorías de brujas. El primer tipo no eran en absoluto brujas, sino que habían sido acusadas simplemente de mala intensión. En la segunda categoría, ellas creían estar en contacto con los demonios, pero sufrían alucinaciones. El tercer grupo era auténticamente maligno y dañaba secretamente a sus vecinos, pero no con poderes sobrenaturales, sino usaban medios naturales como venenos. Y finalmente, algunas eran charlatanas e impostoras que engañaban a la gente del campo fingiendo ser capaces de curar enfermedades, leer la suerte o encontrar objetos perdidos (Ibid).

Helen Duncan
Las leyes inglesas contra la brujería fueron revocadas en 1736. Fueron reemplazadas por una nueva acta que prohibía las acusaciones de brujería. La nueva ley declaraba delito asegurar que se podía usar la magia, leer la suerte o encontrar objetos perdidos. Se invirtió la situación previa. Ya no era un delito ser bruja, sino que lo era fingir serlo o acusar a otra persona de brujería[1]. El escepticismo oficial reflejaba la opinión culta. Sin embargo, las creencias en el poder del mal de ojo y en los encantos malignos persistieron entre los menos cultivados. Tales creencias populares se clasificaron como supersticiones. A partir del siglo XVIII, la opinión culta se hizo cada vez más racionalista.

Hay una importante diferencia entre ser racional –es decir usar la razón- y el racionalismo. Este último es tanto un sistema de creencias como un movimiento social. Algunas de sus raíces estaban en la antigüedad clásica y en la Escolástica medieval, pero en su forma moderna fue modelado por la Reforma Protestante y después por la revolución mecanicista de la ciencia en el siglo XVII. Se convirtió en el espíritu dominante de la Ilustración a finales del siglo XVIII y desde entonces ha sido el sistema de creencias característico de los intelectuales tanto capitalistas como socialistas o comunistas. Los racionalistas rechazaban tanto el folklore popular como muchas creencias religiosas apoyándose en el argumento de que no tenía ningún fundamento racional.

Las actitudes racionalistas han tenido una profunda y persistente influencia en la cultura científica y las asunciones racionalistas normalmente se tratan como si fueran verdades científicas indiscutibles. En efecto, se han convertido casi en dogmas religiosos. Aunque muchas personas igualan a la ciencia con la ideología racionalista, otros, incluyéndome a mí mismo, no. La ciencia no es un sistema de creencias dogmático o una ideología, es un método de investigación. Con este espíritu de exploración y usando el método experimental podemos investigar si los fenómenos como la sensación de ser observado existen realmente. Si existen, podemos expandir nuestra compresión científica del mundo y si no, tenemos una buena razón para rechazarlos.

Pero tal investigación es inherentemente controvertida. La sensación de ser observado fue clasificada  hace tiempo como una superstición y rodeada de un tabú intelectual, una frontera que no debía cruzarse. Ninguna persona culta quiere ser considerada supersticiosa, precisamente porque ello pone en entredicho la afirmación de ser culta. Ir contra este tabú implica una grave pérdida de prestigio intelectual, la relegación al rango de inculto, de infantil y de supersticioso.

En Inglaterra, el escepticismo sobre cualquier cosa asociada históricamente a la brujería, incluyendo los poderes psíquicos, ha dominado los mundos científico y académico durante generaciones. Sea lo que sea lo que los intelectuales piensen en privado, el escepticismo es normalmente una parte integrante de su imagen pública.
[…]



Más de un cuarto de siglo después de su muerte
 en 1956, la Sra. Duncan habló con su hija
Gina durante más de una hora, a través de
la voz directa de la médium Rita Goold
de Leicester (en la fotografía).
[1] El último proceso bajo el Acta de Brujería de 1736 fue el juicio a la espiritualista y medium Helen Duncan en 1944. Como consecuencia de su juicio, el Acta de Brujería fue reemplazada por el Acta de Mediums Fraudulentos de 1951 (Cassirer, 1996).

2 comentarios:

Lígia Guerra dijo...

Que forte esse texto!

Um abraço,
Lígia

Pasajero en tránsito dijo...

Ciertamente estimada Lígia, por eso cada vez crece más el escepticismo. Ahora, debo hacer una diferencia, que no hace Rupert en su texto: No es lo mismo ser supersticioso que ser una persona espiritual, de hecho las personas profundamente espirituales no tendrían por qué ser supersticiosas.

Abrazo del alma.